lunes, 18 de octubre de 2010

¿Por qué Sobran las Sombrillas?


¿Por qué sobran las sombrillas?

Algún día suena muy lejano.
Pero algún día dejare a medio leer a Neruda, y saltaré de la silla del café de siempre y saldré a la calle, afuera, donde llueve, truena y relampaguea, donde seguramente mi vestido azul, el que es sencillo pero elegante se me pegará mucho a la piel, afuera donde los billetes que conquistas la distancia de un transmilenio estarán tan mojados que la señorita que me los cambia por la tarjeta no me los va a aceptar.
Algún día tirare el pucho a medias y me reiré bajo la lluvia que hará que mi cabellos se pegue a mi cabeza, ese día que suena tan lejano encontrare las cosas que he estado deseando, porque estaré lista, para buscar y encontrar.
Mientras tanto mirare como el chico moreno que vive en los apartamentos elegantes de la calle de al frente sale corriendo en sus pantalones oscuros y musculosa gris que no le pega a afuera, a la lluvia que parece ser una decisión desesperada de quienquiera que sea el que controle el caprichoso comportamiento del clima en Bogotá.
Lo mirare desde la mesa de la ventana del café, mientras tengo un libro de Neruda abierto en una mano y un pucho a medio terminar en la otra, él extiende sus brazos a la nada, supongo esperando. ¿A qué? Me pregunto.
Lo veo reír a carcajadas y la gente pasando por el lado corriendo levantándose el cuello de sus gabardinas tratando de encontrar un lugar donde escampar.
Lo veo y ese día tan lejano extrañamente deja de existir.
No va como es planeado.
La miran como loca mientras lo deja todo tirado, apresurada como si algo la persiguiera abre la puerta del calentito café, una briza de viento y lluvia entra irreverente al lugar, la gente la mira además de cómo si loca fuera, como una idiota también, desde el momento en que abre la puerta le da por reír, y lo ve mirándola, desde el otro lado de la calle, como si acabara de encontrar eso que estaba buscando.
El taxi para en seco y el taxista le grita muchas cosas que nunca se hubiera imaginado pudieran salir juntas en una oración. Se arroja a los brazos sorprendidos de un total desconocido que mientras lanza otra carcajada la levanta en el aire y le da vueltas.
El taxi arranca y los empapa de esa agua que estaba estancada y dejo de estarlo por coincidencia, de un aguacero, y dos extraños enamorados de la idea del amor.

CAROLINA CASTELBLANCO 25/07/10

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